Porque no se prodigan las celebridades que sobresalen por su sencillez y generosidad, con inmensa gratitud y cariño quiero rememorar el día en que, estando muy delicada de salud, tuvo a bien desplazarse ella sola en tren desde su casa en Madrid hasta la Biblioteca Rosalía de Castro de Pozuelo de Alarcón y acompañarme en la presentación de LÚA. Si antes ya la tenía humanamente en gran aprecio, ese día creció mi cariño hacia su persona.
Y porque es cierto que Elvira sabía acoger en su casa a las personas a las que distinguía con su amistad, tuve también la suerte y el honor de visitarla con Raquel y su madre en varias ocasiones en las que gozamos de su grata conversación y en las que nos hemos leído poemas mutuamente.
Pero, no, Elvira no se ha ido porque nos queda su recuerdo pletórico de humanidad y su obra poética escrita en el papel y en nuestros corazones. Así que nuestro adiós quiere ser un
“hasta siempre, amiga”.
Descansa en paz.
Un poema de Elvira:
Me estoy quedando a solas con la muerte,
que recorre la casa mientras finjo que duermo.
A veces me contempla dulcemente,
como una madre al borde de mi cama,
y para no arrojarme de bruces en sus brazos
invento que alguien me necesita urgentemente.
Unas veces soy pan para el hambriento;
otras, sonrisa y algodón
para limpiar el pus de las heridas,
o simplemente un cuento
para dormir a un niño de la calle.
Y después soy un sueño, el vino y la guitarra,
para espantar el miedo del parado;
soy los ojos, la luz para los ciegos,
la esperanza para el desesperado,
una estrella en la noche más oscura
o nieve pura en medio del desierto.
Así engaño a la muerte y sigo viva.
(Del libro "Terrenal y marina")
que recorre la casa mientras finjo que duermo.
A veces me contempla dulcemente,
como una madre al borde de mi cama,
y para no arrojarme de bruces en sus brazos
invento que alguien me necesita urgentemente.
Unas veces soy pan para el hambriento;
otras, sonrisa y algodón
para limpiar el pus de las heridas,
o simplemente un cuento
para dormir a un niño de la calle.
Y después soy un sueño, el vino y la guitarra,
para espantar el miedo del parado;
soy los ojos, la luz para los ciegos,
la esperanza para el desesperado,
una estrella en la noche más oscura
o nieve pura en medio del desierto.
Así engaño a la muerte y sigo viva.
(Del libro "Terrenal y marina")
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