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LA HERIDA DEL TIEMPO
Ante el acantilado, en el crepúsculo,
sentado sobre el firme
convexo de una roca
contemplo cómo el mar ebrio de luz
se extiende hasta fundirse
en el azul del cielo.
Tal vez no estoy pensando mi sentir,
o ¿acaso sí es quizás
sentir lo que ahora pienso?
No lo sé. Pero aunque sigo absorto
contemplando lo eterno de este azul
del mar y el cielo abiertos
poco a poco la vida se está yendo
ante el crepúsculo de un día de otoño.
Mientras, sigo en mí mismo y sigo ajeno
al devenir del mundo
pretendiendo entender
que no hay nada ni nadie, ¡ay de mí!,
que pueda rescatarme
del cambio en lo inmutable,
de este hilar deshilando que me afirma
y me va consumiendo.
ANTONIO CAPILLA LOMA
La poesía participa de la musicalidad de los sonidos lingüísticos sabiamente combinados y de la significación de las palabras: no hay poesía sin comunicación. El creador escribe para ser leído. Aunque el mensaje poético es bello por definición, el artista no crea su obra para encerrarla bajo siete llaves. Esta es la grandeza, pero también la contingencia del poeta: la obra sin el destinatario es como un bebé al que se deja morir por inanición.
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