De Wall Street nos ha llegado el vaho
de un titán egoísta, oscura ráfaga,
efluvio de pantano... Y es la náusea
efecto de este aliento putrefacto.
Subiendo del abdomen a la boca,
sabor amargo por amargas mieles,
el fruto del mareo. Y una especie
de acíbar infinito que se agolpa.
No sabes cuánto más de este mareo.
Cómo acaba, eso sí te queda claro.
Más soportas la angustia del momento
sufriendo estoicamente este mal trago
por llenar Wall Street desde el subsuelo
de un vómito creciente y solidario.
Antonio Capilla Loma, 28-11-2017
La poesía participa de la musicalidad de los sonidos lingüísticos sabiamente combinados y de la significación de las palabras: no hay poesía sin comunicación. El creador escribe para ser leído. Aunque el mensaje poético es bello por definición, el artista no crea su obra para encerrarla bajo siete llaves. Esta es la grandeza, pero también la contingencia del poeta: la obra sin el destinatario es como un bebé al que se deja morir por inanición.
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