martes, 30 de octubre de 2018

PORQUE EL SILENCIO ES UNA HIERBA MALA

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Cuando sigue el genocidio, sin que la comunidad internacional lo detenga, la palabra se vuelve piedra contra el muro de la indiferencia:

PORQUE EL SILENCIO ES UNA HIERBA MALA.

Cuando el dolor es una llaga inmensa

que se extiende en la Tierra

sin que nadie lo impida,

yo tengo en mi memoria

al que ha sido olvidado

después de perder todo.

Y esta noche tan fría

soy un grillo que canta

y despierto conciencias.

Sí, que mi canto se expanda en el viento.

Si el fanático dedo

del sionismo asesino

ha pasado marcando

los hogares de Gaza

y cae fuego de acero

sin que nadie interponga

un escudo capaz

de salvar a los niños,

no, yo no puedo mirar a otro lado.

Y si llueven misiles

sin que salgan palomas

que interpongan sus alas

sobre el suelo de Gaza,

he de ser este grillo

cri, cri, cri… que ahora clama

contra un muro asesino.

Sí, que mi canto chirríe en el viento.

Que si el dolor es una zarza ardiente

que no se apaga nunca,

que la carne te enciende

y te quema los huesos,

mi palabra es el trueno

que yo pongo en tu boca

como un arma que derrota al silencio.

Sí, que tu canto chirríe en el viento.

Sonará infatigable

de este grillo el chirrido

en alarma constante,

y un clamor como broca

quebrará el muro aleve

que oprime hasta los sueños

del pueblo palestino.

Sí, que este canto chirríe en el viento.

Porque el silencio es una hierba mala

que se extiende sin tregua

sin control sin barrera,

has de ser este grillo

cri, cri, cri... que ahora canta

por un día luminoso.

No, tú no puedes quedarte en silencio.

Que el dolor que aún ahoga

al pueblo palestino

ha de ser el preludio

de una paz verdadera

en que no habrá verdugos

dibujando fronteras.

No, tú no puedes quedarte en silencio.

Porque gritan las madres

que mirando hacia el cielo

se angustian por el fuego

que se lleva a sus hijos

sin tener otra culpa

que vivir en su tierra,

sí, este canto chirría en el viento.

Y si vienen hermanos

con mujeres y niños

llamando a nuestra puerta,

me rompo la garganta

cri, cri, cri... que la Tierra

es la madre de todos.

No, yo no puedo quedarme en silencio.

Porque el silencio es un arma que mata,

compañero, te regalo este canto

que anuncia el clarecer del nuevo estado

del pueblo que se eleva

henchido de esperanza

con enérgico acento.

Sí, ¡que no quiero mirar a otro lado

ni quedarme en silencio,

que su grito es mi canto

y a mi canto me debo!

Antonio Capilla Loma, en PIEDRA DE LA HONDA, Editorial Vitruvio, Madrid, 2016