martes, 12 de junio de 2018

LA SOMBRA DE CAÍN

Estoy seguro de que la mayor parte de la ciudadanía italiana, en estos momentos, se avergüenza de su gobierno por su negativa a prestar socorro a quienes, huyendo del horror, esperan ser acogidos como seres humanos por sus semejantes y que, sin embargo, son rechazados como si fueran perros rabiosos.

Por idénticas razones también estoy seguro de que la mayor parte de la ciudadanía española, en estos momentos, se siente orgullosa de sus autoridades gubernamentales.

Y, en estos precisos momentos, estoy convencido de que la mayor parte de la ciudadanía europea se mira en el espejo de España por imperativo ético. Así, pues,  hoy me siento orgulloso de ser español porque soy humano, tan solamente humano.

LA SOMBRA DE CAÍN

Puedes tú indiferente
vivir en la caverna
y sumido en las sombras
creer en las quimeras.

Puedes tú no mirar
en campos de miseria
los ojos que el espanto
a la esperanza ciega.

Tú puedes soterrar
salpicado de arena
el cadáver de un ángel
que ensombrece la tierra.

Y si quieres tú puedes
levantar mil barreras
aislarte siempre más
esquivar la marea.

Con la gente que acude
y llama a nuestras puertas
a canto y cal cerradas
tú puedes ser de piedra.

Mudo y sordo apartar
tormentas y galernas
la arena del desierto
el mar de la tragedia.

Porque tú solo puedes
si así tú lo deseas
ser sombra de Caín
y de su crimen huella.

Pero Abel en los guetos
golpea tu conciencia
que no puede ocultar
la sangre de la afrenta.

No hay mar que trague el crimen
ni el clamor que se eleva
por más que pongas muros
y en tus oídos cera.

Sin embargo tú puedes
si así tú lo deseas
levantarte del barro
salir de la caverna…

Y afrontando la vida
ser luz en las tinieblas
de esta noche tan larga
de enorme indiferencia.

Antonio Capilla Loma, en PIEDRA DE LA HONDA.

lunes, 4 de junio de 2018

Nos ha dejado Elvira Daudet que ha sido, y seguirá siendo en mi recuerdo, la gran dama sencilla y generosa  del periodismo y la poesía que me honró con su amistad.

Porque no se prodigan las celebridades que sobresalen por su sencillez y generosidad, con inmensa gratitud y cariño quiero rememorar el día en que, estando muy delicada de salud, tuvo a bien desplazarse ella sola en tren desde su casa en Madrid hasta la Biblioteca Rosalía de Castro de Pozuelo de Alarcón y acompañarme en la presentación de LÚA. Si antes ya la tenía humanamente en gran aprecio, ese día creció mi cariño hacia su persona.

Y porque es cierto que Elvira sabía acoger en su casa a las personas a las que distinguía con su amistad, tuve también la suerte y el honor de visitarla con Raquel y su madre en varias ocasiones en las que gozamos de su grata conversación y en las que nos hemos leído poemas mutuamente.

Pero, no, Elvira no se ha ido porque nos queda su recuerdo pletórico de humanidad y su obra poética escrita en el papel y en nuestros corazones. Así que nuestro adiós quiere ser un

“hasta siempre, amiga”.

Descansa en paz.


Un poema de Elvira:

Me estoy quedando a solas con la muerte,

que recorre la casa mientras finjo que duermo.

A veces me contempla dulcemente,

como una madre al borde de mi cama,

y para no arrojarme de bruces en sus brazos

invento que alguien me necesita urgentemente.

Unas veces soy pan para el hambriento;

otras, sonrisa y algodón

para limpiar el pus de las heridas,

o simplemente un cuento

para dormir a un niño de la calle.

Y después soy un sueño, el vino y la guitarra,

para espantar el miedo del parado;

soy los ojos, la luz para los ciegos,

la esperanza para el desesperado,

una estrella en la noche más oscura

o nieve pura en medio del desierto.

Así engaño a la muerte y sigo viva.

(Del libro "Terrenal y marina")