ESTRELLA ERRANTE
Él es hijo del Sol
así lo dicen en palacio
y así lo ven sus súbditos.
En sus sienes se ciñe la corona
del Alto y Bajo Egipto.
Sabed que por estirpe
es hijo de Amón Ra.
Él es el faraón.
Cuando llega la noche
se retira a su alcoba
y solo ante el espejo
como el Nilo al despojarse del limo
se desprende de todo.
Se desprende del manto y del anillo
del cetro y la corona…
Y hasta sus prendas íntimas
deja caer al suelo del recinto.
Vedlo ahora, sabed
que a la luz plateada de la luna
ve su cuerpo desnudo
en la faz del espejo.
Y al igual que una estrella
errante en su sendero
de humanidad transido
conoce que es fugaz.
Y las lágrimas anegan su rostro
pues se sabe a la vez
desgraciado y feliz
tangible y vulnerable
como un hombre entre todos
como un hombre sin más.
Antonio Capilla Loma, HACIA LA LUZ, editorial Vitruvio, Madrid, 2020
La poesía participa de la musicalidad de los sonidos lingüísticos sabiamente combinados y de la significación de las palabras: no hay poesía sin comunicación. El creador escribe para ser leído. Aunque el mensaje poético es bello por definición, el artista no crea su obra para encerrarla bajo siete llaves. Esta es la grandeza, pero también la contingencia del poeta: la obra sin el destinatario es como un bebé al que se deja morir por inanición.