La aguja en equilibrio de la
imagen,
El soplo que se hunde en el
instante
El tímido claror del verbo austero.
Y pienso que tal vez es el momento
De despojar de la nostalgia el
traje
Y de ceñir la noche con mi talle
Para adentrar los muertos en mis
sueños.
Yo siento en mí el latir de los
luceros
Y pienso que el latido de una
imagen
Sostiene la verdad de su bagaje
Y es tan real como el latir del
cielo.
Yo creo que en mi vida no están
muertos
Los muertos que en mis sueños
siguen vivos
Hablándonos de lo que se ha
perdido...
Y escucho así sus voces en el
tiempo.
Antonio Capilla, EL FUEGO EN LA PALABRA, Editorial Huerga y Fierro, Madrid, 2012
Permanecen en nuestro interior, libres como el viento.. se despidieron para seguir a nuestro lado y nunca perderlos.
ResponderEliminarAsí es. Gracias por tu comentario, Lola. Un abrazo.
ResponderEliminarPrecioso Antonio, como siempre se suele decir... nadie muere jamás mientras permanezcan vivos en nuestra memoria. Saludos
ResponderEliminarAl menos es hermoso creerlo así. Un abrazo, Pilar.
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