Antes de que me llegue el "último viaje" seguiré luchando por mis derechos que son y quieren ser los de la clase trabajadora: SANIDAD PÚBLICA, ENSEÑANZA PÚBLICA, PENSIONES PÚBLICAS... ¿Y, tú?, ¿te quedarás mirando a los que luchan?
LA BERLINA
Está impaciente por salir.
Hermosa, fulgurante,
Pensada enteramente para ella.
Abre la puerta,
Se sienta ante el volante
Sin decir nada.
Sin decir nada.
Acaricia su aterciopelado tapizado
Con dedos leves.
Ahora gira la llave de contacto...
Ahora gira la llave de contacto...
Luego pasa de largo ante su casa
Y conduce hasta salir de su círculo.
Alguien mientras la imagina feliz...
Pero todo cambia;
Nada permanece
Eternamente igual.
Eternamente igual.
La mirada, vuelta hacia sí misma.
Comarcal trescientos treinta,
No ve la carretera...
Silencio,
Ceño fruncido,
Rictus doloroso en los labios...
Helada recta ante sus ojos
Y curva helada.
Giro brusco, chasquido...
Derrapar de neumáticos,
Manos crispadas,
Cabeza vuelta en escorzo patético.
Ojos saliendo fuera de sus órbitas...
Y la carrera terminó
A unos cuantos kilómetros.
Solo han pasado varias horas
En que esta misma tarde
Su mirada la envolvía.
En que esta misma tarde
Sus leves dedos
Acariciaban su aterciopelado tapizado.
Hermosa berlina cuyo fin es...
Ser velado instrumento
De un aciago final.
De un aciago final.
Antonio Capilla, poema revisado, en VIENTO DEL SUR, Editorial Huerga y Fierro, Madrid, 2009
¡Uf! Terrible historia.Si la hubieses publicado hoy diría: ¿Cómo se le ocurre a esta belleza estrenar un coche en martes y trece? Lo siento por ella y por nostros: hemos perdido una persona única, hermosa compañera de viaje con toda su vitalidad y experiencia; los coches en cambio, se reproducen en serie.
ResponderEliminar¿Sabes, Antonio?: los estrenos de coches nuevos suelen tener problemas al no estar familiarizados con el nuevo modelo. En 1968, yo anduve seis kilómetros por París con un Citroen Dyane en primera velocidad. No le entraba la segunda marcha y se calaba. Me paré y llamé al concesionario, que vino en diez minutos: resulta que yo llevaba el freno de mano echado desde que salí de la tienda.
Pero aún puedo contarlo; el caso que publicas es peor. Un abrazo
Por cierto, que tu poema me gusta mucho y se me había pasado el decirlo.
ResponderEliminarJa,ja,ja.... Genial, Juan: la anécdota da para un cuento. Si no hubieras estado preocupado y ocupado con la supuesta avería habrías podido gozar durante ese trayecto de "la cité". Te reitero mi enhorabuena por el poema "Reflexiones desde mi cama", Un abrazo.
ResponderEliminarBuenísimo!
ResponderEliminarBesos
Gracias, Tatuagem. Un abrazo grande.
ResponderEliminarAntonio... yo que estoy casi todo el día en carretera, me has puesto los pelos de punta y me he visto en tu descripción tan realista...enhorabuena por tu imaginación desbordante...un abrazo muy fuerte de azpeitia
ResponderEliminarAmigo, Antonio. Yo espero que nuestro destino sea benévolo. Un abrazo grande.
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