IV. ¡HOLA, LUÏTA!
Cuando me siento ante el ordenador
Se llega junto a mí
Y me toca el costado con su hocico.
Y es igual que un cordero con su madre
Cuando tierno requiere sus caricias.
Y si no le hago caso
Con su hocico de endrina
Me toca de nuevo en el costado,
Y yo pongo la mano en su cadera…
- ¡Lúa!... ¡hola, Luïta...!
Ella me mira entonces
Y yo le acabo dando palmaditas
De su espalda en el albo terciopelo.
De su espalda en el albo terciopelo.
- ¡Cómo te gusta que te hagan caricias!
Te me pareces a un niño chiquito
Sí, Lúa, a un niñito te pareces.
Que bonito ¿es tu perro?
ResponderEliminarSí que lo es. Y muy bueno. Pero es una perrita
EliminarMuy bellos versos, invita a reflexionar sobre la honestidad. Es curioso que solo aquellos llamados no humanos, tengan más empatía que el propio ser humano, hasta las plantas son agradecidas, en fin.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Ramón. Es verdad cuanto dices. Te aseguro que Lúa me entrega mucho más de lo que yo le doy.
EliminarDe mucho gusto el poema, amigo.
ResponderEliminarAbrazo
Gracias, José. Celebro tenerte entre mis amigos. Un abrazo.
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