La poesía participa de la musicalidad de los sonidos lingüísticos sabiamente combinados y de la significación de las palabras: no hay poesía sin comunicación. El creador escribe para ser leído. Aunque el mensaje poético es bello por definición, el artista no crea su obra para encerrarla bajo siete llaves. Esta es la grandeza, pero también la contingencia del poeta: la obra sin el destinatario es como un bebé al que se deja morir por inanición.
martes, 29 de octubre de 2019
EL SON DE LAS ESTRELLAS
EL SON DE LAS ESTRELLAS
Quizás soñé que el son de las estrellas
me hace palpitar,
me lleva con su ritmo,
me hunde en sus raíces.
Y afincando el confín del universo,
minúsculo horizonte,
yo siento que me habla
con son acompasado.
Mi oído se amplifica y se confunde,
escucha el canto atento,
escucha su canción
sincera, desgarrada...
Y el canto va tejiendo corazones
queriéndose hacer carne
por abrazar tu cuerpo,
tu cuerpo humanizado.
Palpitando de amor este planeta,
los muros se harán pan,
el huracán la brisa,
la humanidad mi canto.
Igual a la mujer, comparte el hombre
aquello que es de todos:
el aire, el sol, la tierra,
sus frutos tan preciados.
Y el canto, quebrantando las fronteras
nos une a un mismo son,
nos crece y nos sustenta
como la savia al árbol.
Quizás el hálito de las estrellas
eleve pronto o tarde
la estatura del ser
a la altitud del cielo.
Y el pálpito del cosmos será al fin
el hálito divino,
el universo pleno
afincando en nosotros.
(en EL ÁGUILA DE FUEGO CON LAS ALAS DEL TIEMPO, Editorial Huerga y Fierro, Madrid, 2014)
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