LA VOZ QUE NUNCA CALLA
Ante el televisor
Contemplas las imágenes
Y sientes que muy dentro
Se quiebra tu inocencia
Y sientes que en tu mente
Aquella voz no calla...
Hombre de poca fe
Envaina ya la espada
Porque el que a hierro mata...
Martillo del
hereje
Quien habla en
tu interior
No gusta
guardaespaldas.
¿Quién es, quién
es, quién es
La voz en el
desierto,
El fuego en la
palabra,
La voz que nunca
calla?
A ti te digo que
Trescientas
veces tres
Lo seguirás
negando...
Escúchalo,
Zitránger,
O como seas
llamado:
No tres, ni tres
más tres...
Trescientas
veces tres,
Quizá hasta el
infinito
Lo seguirás
negando...
Estirpe que me
niegas,
Hombre de mala
fe,
¿De quién eres
vicario?
De quién, de
quién, de quién...
Pues, si el
hombre sencillo
Se sigue aún
engañando
Con tantos oropeles
E inciensos
inflamados,
Tal vez alguna
vez
Se sienta
defraudado.
Tal vez, tal
vez, tal vez...
Corriente que no
pasas
Ni seguirás
pasando
Como agua pura y
limpia...
Quizás este
inocente
Alguna vez, un
día,
Aparte su mirada
De lo que se ha
apartado
Y quiera caminar
Sin pastor ni
rebaño.
Lo habéis oído
bien:
Sin pastor
Ni rebaño.
Antonio Capilla, en EL FUEGO EN LA PALABRA, Huerga y Fierro Ediciones, Madrid, 2012
Con fuerza tus versos denuncian a esos lideres perversos que engañando controlan al rebaño. Algún día, quizás no esté tan lejos, alguno se salga de la manada y vaya a por ellos. Ése día la Dama ciega que lleva balanza en su mano, quizás recobre la vista y grite señalandoles con el dedo: ¡ A por ellos!
ResponderEliminarEl camino es largo, amigo Juan. Pero, nosotros podemos contribuir a la formación de la conciencia crítica; y cuando esta alcance a la mayor parte de los que vivimos de nuestro trabajo será imposible que esos pastores sigan malpastoreando, porque ya no harán falta ni para lo bueno ni para lo malo. Un abrazo.
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