sábado, 23 de marzo de 2019

ODA AL COCHINO

Poema al cochino

El día internacional de la poesía es la excusa perfecta de relacionar la gastronomía con el arte literario y lo haré gracias al permiso que me ha dado mi amigo y poeta, Antonio Capilla, de difundir la poesía que presentó a Cerdopoética (en Rute) en 2018, titulada: 

Poema al Cochino

En un día de verano
de mi céntrica ciudad
con un sol que por justicia
era duro y pertinaz,
sudaba la gota fina
por no decir que era gorda
porque a llenar dos bañeras
bastaba con una gota.
Os digo que iba sudando
como cerdo en su zahúrda,
pero ¿por qué digo cerdo
siendo que el cerdo no suda?
Yo asevero que el cochino
es de suyo pulcro y guarro
pues sólo porque no suda
se refocila en el fango.
¡Oh, ilustre gocho que sufres
fama tan inmerecida
al nombrarse con tus nombres
innombrables felonías!,
¡qué simpático y qué hermoso
te vi una tarde en Cibeles
con andares de marquesa
perfumado y reluciente!
Junto a un joven caminabas
exhibiendo tu palmito,
y ¡qué andares qué figura
qué contoneo divino!
No hay nadie que no se goce
cuando en libertad retozas
y en nuestras pingües dehesas
te zampas cien mil bellotas,
ni nadie que no delire
cuando ufano nos deleitas
con armoniosos gruñidos
dignos de afamada orquesta
que aunque te falten tan sólo
las tersas alas de un ángel
por ser rey de la dehesa
no necesitas plumaje.
Gocho gorrino marrano
puerco chancho cerdo cuino,
eres gloria de este canto
y eres el sumun, cochino.
Quizás también de Murillo
por tus orondos mofletes
por tu barriga de Buda
por tu culo regordete,
ya que el pintor me recuerda
tus excelencias porcinas
al sublimar tales dones
en los ángeles que pinta.
Pero bueno regresemos
de esta clara digresión
y sigamos con el hilo
de aquel día de calor.

II

Como invitado a comer
iba a casa de un amigo
donde pensaba pondría
algo fresco y ligerito.
Quizás verdura a la plancha
con un vaso de gazpacho,
una jarra de cerveza,
fruta del tiempo y helado.
Mas mi amigo no distingue
si es invierno o es verano
y ¡hete aquí que me agasaja
con un magnífico chancho!
Sobre el mantel ya desfilan
callos a la madrileña,
torreznos, chorizo, beicon,
chicharrones con manteca.
Luego pone el lomo al horno,
la oreja y las criadillas,
el hígado encebollado,
el jamón y la morcilla.
No quiere quedarse corto
porque sabe que es sabido
que adoro la buena mesa
mucho más que el oro fino.
Así que arrima una jarra
bien repleta de buen vino
que por puro, añejo y gordo
más grados tenía el “jodío”.
Salchichones suculentos
de nuestro insigne gorrino
dejaron sitio también
a dos sabrosos codillos.
Y no faltaron costillas
para un día de calor
en que estaba chorreando
gota “fina” de sudor.
Pero mi amigo insistía
con palabras y ademanes
que dejase el plato limpio
porque en su casa no hay canes.
De postre orujo de Rute,
filloas y mantecados
que del cuino todo vale
desde la cabeza al rabo.
Creedme, lo comí todo,
pero me dio tal vahído
que en mi sudor naufragaba
cuando perdí hasta el “sentío”.
Terminamos en urgencias
donde… me pusieron bueno
con más de diez lavativas
y veinte litros de suero.
Y a dieta blanda me tienen
que ni me dejan probarlo,
pero mirad lo que os digo:
¡qué bueno estaba el marrano!
Antonio Capilla Loma, escrito para “Cerdopoética”, Mayo, 2018

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